Comida plástica recalentada.
El lugar estaba decorado de bombillas con papel tulipan marrón y grafía sinítica, se comía con palillos sobre tejas de pizarra, había música dulce y tenue salida de un saz árabe y una flalta de pan. El simulacro de estar en otro lugar, por lo geberal lejano, sin abandonar el propio era un condimento mas a un alimento de calidad media y precio hinchado. Aquel era uno de los muchos sitios ideados para garanjease un trocito de distinción, por lo demas cada vez mas común, en el crecientemente infinito mercado de los distingos y sus rudimentos simbólicos aparejados. El aspecto nutritivo, la satisfacción del gusto o la interacción social del acto de comer y su complejo peso cultural quedaban en meras carabinas en aquel banquete, donde todos alimentan la función rentable en lugar de sus lánguidos cuerpos, extremo que pasa a ser un acto accidental. Si los desabrigáramos con unas gafas especiales para acceder su intimidad, veriamos cuerpos expuestos a ultraprocesados la mayoría de la semana a salvo del par de asaltos trimestrales de proteinas y grasas de calidad en sitios de esta guisa. Los ritmos acelerados de la productividad marginal exigida por el siguiente escalón del organigrama empresarial comprimen el campo espaciotemporal necesario para proveerse una alimentación sana y de calidad. Como buena maquina de calculo, el siervo salarial recurre a la externalización del precocinado. El mercado, libre de intervención del leviatán westfaliano, provee a horarios intempestivos de brillantes escaparates, empaquetados cuidadosamente seleccionados y cajeras cobrando el salario minimo para que, despues de regalar una considerable suma de horas extras.
Comentarios
Publicar un comentario