LA ABOLICIÓN DEL TRABAJO: EL OCIO UNIVERSAL COMO CIUDADANÍA PLENA.



Niños trabajadores en una fábrica de vidrio. Indiana (1908). Lewis Hine.


“¿Pero de dónde surge este poder repentino del Estado cuyos fines escapan a la previsión y al egoísmo de los individuos? ¿Cómo nace el esclavo, ese topo de la cultura? Los griegos nos lo revelaron con su certero instinto político, que aun en los estadios más elevados de su civilización y humanidad no cesó de advertirles con acento broncíneo: “el vencido pertenece al vencedor, con su mujer y sus hijos, con sus bienes y con su sangre. La fuerza se impone al derecho, y no hay derecho que en su origen no sea demasía, usurpación violenta”

 (Friedrich Nietzsche. El Estado Griego. 1871).

Alejandro Martínez Ruiz.[1]

 

 

A todos y cada uno de nosotros, sin excepción, nos han espetado alguna vez nuestros padres la frase esa de “hay que ganarse el pan” o la más dramática “hay que ganarse la vida”. La primera, enfocada en la necesidad alimenticia; y en la segunda, más amplia y existencial, subyace la misma idea: la sociedad humana es una selva agonística que exigirá de ti amplios y constantes esfuerzos para que puedas garantizarte el acceso material mínimo. Normalmente, y para la mayoría que esté leyendo estas líneas, la única fuente de renta a nuestro alcance para acometer tal objetivo será la venta de capacidad laboral. El trabajo, ni más ni menos.

Abstraídos de cualquier forma de producción social, el trabajo es el medio a través del cual el ser humano gasta su tiempo y energía apoyado en los resultados del trabajo previos para extraer utilidad de la naturaleza[2]. Pero esa utilidad le servirá no solo para satisfacer sus necesidades, sino para ahorrar trabajo humano en los sucesivos empeños metabólicos. Para optimizarse socialmente; conseguir más, con menos: la rueda, la palanca y la domesticación, entre otros innumerables prodigios de la ciencia, la tecnología y de la técnica, nacieron para reducir el esfuerzo y multiplicar la obtención de cosas útiles manufacturadas. En definitiva, el trabajo tiene por fin auto-reducirse a la mínima expresión; cuando más se desarrollan las máquinas en las que se apoya, más tiende a su propia desaparición. Una necesidad que de potenciarse deriva en contingencia. En expresión matemática, una asíntota.

No obstante, pese a ser un momento del proceso histórico de socialización, en el fondo, no deja de ser gasto de energía humana; y el ser humano prefiere otros menesteres, se define por más lides; de la retórica al arte pasando por dormir y comer con los amigos.

Resulta fácil convenir lo desagradable del trabajo si lo situamos en la forma de producción dominante desde hace dos siglos, que ha puesto del revés lo anterior, tanto en su tiempo como en su espacio. Ahora hay un tiempo, el del trabajo, que se inicia con el castigo vespertino o nocturno del despertador. La coerción que instaura la medición precisa del tiempo, el estrechamiento de nuestros biorritmos a su compás[3]; indispensable para la coordinación y sincronía de las enormes cadenas productivas que rigen el mundo global del valor. Cuántas veces has despertado en noche cerrada para ir al trabajo; cuantas veces has aborrecido esa canción que tanto te gustaba, hoy alarma-latiguera que te saca de la cama; cuantas veces has apretado el paso, corrido por el metro, dado imprudente pisotón al acelerador porque llegabas tarde.

La puntualidad, carente de toda importancia en tiempos pretéritos, cobró incalculable importancia. Erguida como necesidad social, transformó el entendimiento del tiempo cronológico que pasó a ser una sucesión cuantitativa divisible en fracciones iguales. Se diseñó y proliferó el reloj de mano, que marcó el momento exacto en que la revolución industrial abolía los ciclos de tiempo indeterminado y natural que regían los días, las estaciones y las cosechas, en pos de ensamblar interdependencia[4]. Por el camino, engendró jornadas inmensas, muy superiores a la de los presidios, a los mandados a galeras, e incluso las de los esclavos de las Antillas.[5]

La Era o el Verano (1786). Francisco de Goya.

El tiempo de trabajo no solo avasallaría en su forma, sino también en su fondo. El tiempo de trabajo salariado supondría un exceso de rendimiento de valor; valor impagado y apropiado por el dueño del vector productivo respecto al abonado por valor de las cosas que integran la cesta de la compra del asalariado, siempre limitada a magnitudes que no impidieran la valorización del dinero[6]. Este hecho respondería tan mal al concepto conmutativo ínsito en las teorías contractuales clásicas, que la fórmula de acceso gratuito al trabajo ajeno no aparecería recogida expresamente en ningún cuerpo legal. Al contrario, lo haría de forma tácita, oculta y sibilina en los recovecos de los Códigos civiles y los Estatutos de los trabajadores modernos.[7]

Por otro lado, y a cambio de una infra-retribución, esa cesta daría en teoría acceso a un mínimo de sociabilidad y comodidad. Pero esto no ocurriría de forma absoluta, sino espacializada y temporalizada. Más o menos se cumpliría en el centro del imperio-mundo, pero no en la periferia mundial donde miles de millones de seres humanos andan sumidos en un estadio científico-técnico propio del neolítico. De igual manera, ese centro vería la jornada de ocho horas interanuales continuar estacionaria desde su conquista principios del siglo XX.[8] Transcurrido más de un siglo desde entonces, en ese mismo centro se constata el ingente incremento de la productividad[9], colegida la cada vez menor participación de los salarios en la riqueza total creada.[10]

Tampoco podemos olvidar un espacio, el del trabajo, definible como una dictadura gerencial. Todos los gobiernos representativos de todos los países que arman sus economías sobre la relación salarial, recogen en sus estatutos laborales la obligación de cumplir las órdenes e instrucciones del empresario en el ejercicio regular de sus facultades directivas[11]. Frente a ella, cualquier renuencia, si fuese grave y culpable, sería sancionable; incluso con el despido[12], que no es sino la separación de tu medio de vida. El espacio del trabajo, es hoy un espacio privado. Razón por la cual en cuanto llega la hora de salida, salvo imposición vicaria propia de la moral del esclavo[13], falta tiempo para salir corriendo.

Por extensión, no existiría la gobernanza representativa en el espacio productivo, más allá de una limitada palanca sindical, actualmente en retroceso. Menos aún existirá democracia en-su-sentido-original, por cuanto no hay planificación consciente, directa y sometida al principio de la mayoría respecto a qué, cuánto y cómo producir. El trabajo sería demostrado como la fuente del valor de las cosas útiles hechas por la sociedad humana[14]; no obstante solo serviría a la maximización del beneficio, no a la satisfacción de las necesidades. No hay ser humano que encuentre disfrutable estar sometido potencialmente a un poder privado ajeno, durante una cantidad de tiempo diaria nada desdeñable. El supuesto destierro del feudalismo industrial[15] se hace apenas verosímil frente a derecho moderno cada vez más achicado en su función tuitiva.

En general, la relación salarial es fuente de ingente miseria humana, por su tiempo y por su espacio. Por el desvelamiento del ser humano como mercancía de apariencia orgánica a estrujar por la función rentable; rentable hasta el último estertor[16]. Por la constatación de la existencia un grupo que, por la fuerza de la Escritura pública y el Registro de la propiedad, participan en el consumo del producto social sin aportar su parte alícuota laboral y gobiernan la producción sin rendir cuentas a ningún parlamento. Qué dicen de esto las brillantes constituciones que instituyen el derecho al trabajo y el deber de trabajar[17]; derecho que palidece por el castigo del desempleo forzoso, deber que se incumple por el rentista estructuralmente auto-excluido del trabajo. Qué dicen igualmente sobre la riqueza social con una fórmula tan rousseauniana[18] como inane ante el ingente incremento de la disparidad en los polos económicos.[19]

 

Con lo dicho hasta ahora, resulta extraño ver la dócil, esforzada y hasta gustosa entrega al templo labore por parte de los llamados a su lugar y tiempo. La lógica social de una arquitectura productiva que condiciona a la generalidad a someterse a la relación salarial para financiar subsistencia[20], tiene agujeros y descosidos. No hay alfiler que los remede. Funcionar funciona: demostrado queda por dos siglos y medio casi incuestionados. Pero ofrecerá más de un estropicio en forma de huelga, puntual o revolucionaria; en forma a veces de intentona, social o cuartelaria, de derrocamiento violento del orden establecido. Ante este panorama, el marco ideático que fabricara legitimidad y consentimiento, entre otros muchos artefactos, ha sido y es la ética del trabajo.

Poco quedaría de la geografía conceptual de raigambre católica: entre el estoicismo, el disfrute hedonista, el gasto excedentario en los lujos y el perdón de los pecados por la confesión ante el vicario de Dios en la tierra. La laboriosidad y la entrega como vía de acceso a la Gracia de Dios; la mansedumbre, la domesticación y la disciplina prusiana formarán un haz de virtudes de origen calvinista que flotarán libres durante las grandes transformaciones del siglo XIX, y que terminarían por acoplarse con éxito al nuevo modelo económico[21]. Auparían el trabajo ajeno y dependiente a la cima de todas las cosas nobles y deseables. La idea de productividad como el verdadero camino a la ascensión, mundana y divina. Neologismos como “la cultura del esfuerzo” no son sino reactualizaciones periódicas de la misma fórmula vertebradora. Eadem sed aliter, lo mismo salvo que de otra manera.

El espíritu del capitalismo, a través de la ética del trabajo relataría una explicación mitificada del origen de la propiedad desigual, dividendo a la especie en dos razas: los prometeicos, esforzados ahorradores; y los donnadies, gandules derrochadores. Los primeros, antepasados de los industriales; los segundos, de los asalariados. Se escamoteará, por supuesto, el violento despojo originario practicado a través del estado contra los campesinos a fin de crear trabajadores libres; libres para otorgar consentimiento en un contrato, y libres también de sus medios tradicionales de subsistencia[22].

El anterior relato mítico no solo explicaría el origen grupos sociales, sino que se extrapolaría allende fronteras nacionales, tallando los volksgeist de las gentes y dividiendo la geografía humana entre pueblos manirrotos y pueblos productivos. Pueblos civilizados y pueblos salvajes, situables en escalas raciales de mayor a menor equivalencia a los arbitrarios atributos esquematizados por el homo economicus. La cúspide era acaparada, en plenitud de todas las virtudes, como no, por las etnias pertenecientes a la rama anglo-germánicas.[23]

Mapa de las razas de Europa, por National Geograhpic (1919), usando la clasificación racial definida en el libro de Wiliam Ripley Las razas de Europa (1899)

Distribución de las subrazas caucásicas según Madison Grant, en La caída de la gran raza (1916).

El uso de la biología decimonónica aplicada a las razas humanas podría describirse hoy, desde el consenso científico, como una sofisticación discursiva de delirios mitológicos –ligados al tema del pueblo elegido–, que fueron asumidos masivamente por las capas educadas de las sociedades burguesas.[24] Pese al destierro infligido por la antropología física y la biología evolutiva a tal cosmovisión, ecos de estas entendederas aún resuenan en el mundo contemporáneo. La división de países avanzados y países en desarrollo; o en ciertos contextos de grandes recesiones, socializaciones de pérdidas y aumento de deudas soberanas, de países frugales y países cerdos[25]. Se escamoteará entre tanto que las diferentes trayectorias históricas de desarrollo y concentración de capitales explicarían el porqué de las diferencias de productividad –y por extensión de riqueza- entre los países. Lo ilustra en todo su esplendor el por qué los tan industriosos alemanes trabajan casi trescientas horas anuales menos que los vagos españoles, dados a las mujeres, el vino y las siestas.[26]

Lograr que ambos, tanto las personas forzadas a vender su capacidad laboral como los países caídos en desgracia en la competencia por la captura global de la ganancia, terminaran por naturalizar tales relaciones sociales. Una entrega litúrgica a la reificación jamás vista hasta entonces[27].

Empleados y jefes, países ricos y países pobres; todas estas entidades tan naturales como las nubes, los ríos y las montañas; realidades previas a la sociedad misma, fuera de la órbita transformadora del ser humano, y por ende inmutables. Quien repartiría unas categorías u otras no sería el azar, sino el trabajo. El trabajo es quien premió a unos y castigó a los otros. El trabajo, justo asignador de destino y fortuna. Durante el siglo XIX, todo un ejército de publicistas entonaría alabanzas, loas y suasorias en honor del mito Progreso, hijo primogénito del Dios-Trabajo.[28]

Esa deidad, como Juno, debía tener su cara pero también su cruz. Quienes no trabajan, objeto moral a castigar con la mayor de las fierezas. Quien vive sin trabajar es un aprovechado, un free-raider, un parásito social. Se escamotearía que ese castigo siempre sería selectivo. La verdadera clase ociosa, la que compra su condición por la estructural desigualdad respecto a la propiedad de cosas rentables, nunca recibirá reproche alguno. Solo el muerto de hambre, el enchufado al reparto de pan público, ocupa el lugar de enemigo de la prosperidad general: fuente de todos los vicios, gusano corruptor que socava las buenas costumbres[29].

El reproche no podía ser solo moral, si no que haría falta una fuerza disuasoria que no requiriese de mayor inversión en capacidad cinética -es decir, en militares y policía-. En efecto, sería una coerción tan objetiva como invisible, unos agentes fantasmales cuya sustancia social no-física fijaría el campo de maniobra en el que habrá de quedar cautiva la agencia de las personas. Pues solo habría una desgracia mayor que colocar la mercancía trabajo en el mercado, y es no hacerlo; más bien, no poder hacerlo. El látigo del hambre, el disciplinamiento del desempleo forzoso. A su consecuencia, millones de seres humanos vagan como población sobrante[30]; que apartados de la relación salarial que provee de poder de compra ––y por ende, consumo y socialización––, amanecerían en un inmenso apartheid social. El nuevo purgatorio, eterno campo de expiación antes y después de verte ante las puertas de San Pedro.

 

 

Sin trabajo (1892). Carlos López Redondo.

 

Imagen

Ejecución del desahucio de Manuela, Jesús y sus 4 hijas menores, de 9, 8, 2 y 1 años, en Vallecas (2021). Jon Imanol Reino.


Víctima del trabajo (1899). Jenaro Carrero Fernández

De por medio, a través de la vía coercitiva estatal, se construiría el espacio institucional que hoy llamamos Mercado; ese campo para el monocultivo monetario que financiaría las primeras grandes mega-máquinas de guerra absolutistas.[31] Las nuevas necesidades de las nuevas burocracias llevarían a la división social entre tareas productivas y tareas improductivas. La idea de sociedad ocupada cobraría centralidad en la cosmogonía explicativa de la riqueza. Puesto al servicio del aparato westfaliano, trabajar será una obligación; un deber de utilidad pública hecho valer a través de la criminalización del ocio de la pobreza falsa. Las políticas de pobres, cumplirán al pie de la letra esa función.[32]

Entretanto, el proceso de abstracción de la idea del trabajo tendrá su correlato en el mundo productivo, que ya estaba borrando del mapa las distinciones cualitativas entre ocupaciones y oficios del periodo estamental. El fenómeno laboral quedaría unificado bajo un único concepto: la sustancia del trabajo abstracto en general. Elemento no menor, pues permitirá objetivar la pericia de la profesión haciendo prescindibles e intercambiables cualesquiera personas con una instrucción y capacidad medias. La subsunción real del hombre en la máquina.[33]

El asalariamiento pretendidamente dignificado, concebido como el desenvolvimiento último de la esencia humana, se desvela como la farsa que realmente es si se le pone en perspectiva historiográfica. Friedrich Nietzsche demostró que la historia tiene tres servicios que prestar a la vida. Es monumental cuando sirve de palanca para construir futuro; anticuaria, cuando contempla desde lo ajeno un pasado hecho reliquia; y crítica, cuando somete a juicio las instituciones constituidas en pos de una ruptura epocal[34]. Y es este último enfoque el que nos ayudará a demandar responsabilidad civil a la ética del trabajo, ante el tribunal de la historia, por los daños causados.

En la cultura grecorromana, de la que los actuales resortes institucionales hacen pregón de herencia, no hay nada más noble y elevado que dedicarse a vivir sin trabajar, es decir, al ocio. Sensu contrario, en la Grecia clásica, se entendía el trabajo manual como característico de los esclavos y de los extranjeros. El artesano dependiente se alquilaba así mismo por un misthós o salario; Aristóteles nos dirá que “los ciudadanos no deben llevar una vida de trabajador manual, ni de mercader ––pues esa forma de vida es innoble y contraria a la virtud-, ni tampoco deben ser agricultores los que han de ser ciudadanos -pues se necesita ocio para el nacimiento de la virtud y para las actividades políticas–– “[35]. Prestar servicios para otro equivaldría a esclavitud a tiempo parcial, por lo que el trabajo manual es incompatible con el estatuto cívico.[36]

En época romana, la figura locatio conductio operarum designaría a la persona se obligaba a realizar una determinada actividad en favor de otra; es decir, la forma de trabajo ajeno y dependiente actual. Es fácil entender el porqué de su escaso uso, pues si el grueso de la producción recaía sobre relaciones de propiedad y producción esclavistas, la equivalencia moral entre el arrendador de servicios laboral y el esclavo no tardaba en aflorar.[37]

Una esclava en venta (1897). José Jiménez de Arana.


Sísifo (1548-1549). Tiziano Vecellio Di Gregorio.


Solo quien tenía a su vez la subsistencia asegurada y tiempo libre en exceso podía dedicarse de forma genuina a los asuntos públicos. Si la propiedad era la "condición sensible puesta al alcance del hombre para poder realizar los fines racionales de su vida"[38], entonces solo el propietario sería un ser humano completo; y por extensión, ciudadano pleno. La necesidad de trabajar sería reprochable en tanto que sinónimo de dependencia de otro, y por tanto de imposibilidad de ciudadanía. En otras palabras: para poder ser ciudadano es "indispensable que la comunidad le proporcione el ocio y la renta necesarias para poder participar directamente en los asuntos públicos".[39]

El secuestro del trabajo a través de su privatización y apropiación, supone que los titulares de las empresas produzcan según la lógica de la ley del valor –rentabilidad-, y que cada cual consuma previa sumisión a la relación salarial, lo que otorga el gobierno de la producción a los primeros. Bajo esta égida, la tríada republicana quedaría reducida a la libertad de consentir contratos, la igualdad formal ante la ley, y la propiedad desigual de las cosas rentables. En tales condiciones, no es posible –nunca se buscó- reproducir una institucionalidad democrática en su sentido originario.

Pero no solamente esta concepción del trabajo tenía que ver con la organización socioeconómica y política. También hacía lo propio con una idea de vida buena. Así el término griego scholé designará el ocio desde una doble dimensión: tanto el cultivo de lo elevado como el de lo profano. Desde lo que la sociedad moderna considera virtudes ––disciplina, excelencia–– hasta lo que considera bajezas ––pereza, descanso, siesta––. La voz latina otium sería el tiempo disponible para hacer algo por gusto y no por deber; por contra el término negotium ––el no ocio–– consistiría en hacer aquellas cosas o actividades forzadas u obligatorias.[40] La ociosidad grecorromana por tanto no remitiría a no hacer nada, sino a hacer cosas apetecidas, gustosas, voluntarias.

La moderna concepción del trabajo sería la causa última de la mortificación general. Resulta embrutecedor en tanto que priva del ocio, presupuesto para cultivar la excelencia humana.[41] Cuántas veces, después de jornadas maratonianas –sin olvidar tiempo de desplazamiento- has llegado a casa y solo has tenido ganas de abandonarte al divertimento brozaico del scroll infinito. Cuántas veces has empleado tus treinta y seis horas de descanso semanal en recuperar el sueño atrasado. Cuantas veces recurres al no-lugar del mercado, físico o digital, para sellar el vacío a través de la adquisición cosas. El ocio moderno, entendido como tiempo improductivo, habría de quedar subordinado a la realización del valor a través del consumo. La explotación empieza en la fábrica, la tienda o la oficina, pero se realiza -y termina- en el escaparate.[42]

Muy al contrario, el ocio grecorromano encarnaría una sustancia antropológica mínima, frente a una modernidad que concebiría lo humano como una plasticidad ontológica infinita[43], siempre sometido y sometible a la tensión y el cambio. Cuantas veces has migrado desde tu ciudad natal hasta las mega-urbes que aglutinan los grandes nichos de empleo. Cuantas veces te has desarraigado para hacer vendible la mercancía-trabajo. Cuantas veces te has auto-destruido en pos de la empleabilidad. No hay límite frente a la vorágine de la subsunción real del trabajo en el capital.

Frente a ello, como diría Bertrand Russel, si se eleva al homo faber a arquetipo definitorio de lo humano ello subordinaría los artes a la artesanía[44]; al igual que el trabajo omniabarcante, dirá Jenofonte, nos privaría del disfrute sincero y genuino de nuestros amigos, y de nuestra contribución a la cosa pública.[45]

No existe una esencia que defina al homo sapiens. El ser humano es una máquina biosocial con una dimensión histórica que le otorga retroalimentación constitutiva con su medio, natural y cultural. Pero si imagináramos una sustancia común universal, aun a nivel intuitivo semi-inconsciente, afloraría lo todo el mundo quiere: realizar el máximo número de actividades que a uno le gusten, estar lo más cómodo y satisfecho posible, hacer de forma obligatoria lo mínimo indispensable. Eso y no otra cosa es el magma antropológico que a todos nos constituye.

Me es imposible recordar cuantas veces he escuchado frases como “la gente lo que no quiere es trabajar”. Habitualmente observo no sin cierta tristeza como uno desbarra al dar la réplica. Es la consecuencia de asumir un marco conceptual que encarcela el potencial emancipador de poner la máquina y el esfuerzo humano colectivizado al servicio de la especie. La respuesta a esa afirmación no puede ser la errónea exhibición de un ethos productivista, laudatorio del trabajo en abstracto.

Bien al contrario, la respuesta adecuada ha de insistir en otra dirección: en poner en su sitio al trabajo y a la máquina. Y eso pasa por que se sitúe a la ciencia, paciencia y prudencia de la sociedad en su conjunto en la tarea de la automatización masiva de todas las tareas. Llevar la asíntota laboral al extremo. Hacer redundante el aporte individual de trabajo, a par que se produce y distribuye inmensa cantidad de utilidad material. Hemos de hacer real un pleno desempleo, desvinculando el trabajo del acceso a la renta y la riqueza social, y dejando atrás el adagio “quien no trabaja, no come”. En última instancia, se trata de hacer realidad la finalidad última de la Ilustración: la liberación del trabajo y la recuperación sin esclavitud del ocio grecorromano.[46]

Lo anterior pasa por determinar el vector productivo por las reglas de la mayoría expresada de forma directa, producir atendiendo al valor de uso, acceder al consumo sin intermediación monetaria, y aplicar metodología y ontología científicas al gobierno de la producción.[47] La consecuencia sería la construcción de la abundancia y satisfacción universal de las necesidades humanas. De las cenizas de un tiempo-muerto postrado a realizar valor, emergería el auténtico ocio. Ocio, en tanto que libre dedicatoria a todo tipo de placeres, juegos y diversiones como modo de contribuir a la prosperidad de todos. Allí donde el esparcimiento del espíritu hace que el tiempo vuele, la creatividad se desborde, y la imaginación estalle de alegría. No existirá el aburrimiento; bullirá la actividad empujada por la constante sensación de novedad. En fin, solventado el problema económico, socializado un trabajo en vías de extinción, podría la especie ejercer, ahora sí, ciudadanía plena. Para dedicarnos a la deliberación sobre nuestro sitio entre las estrellas; al fin de al cabo, el ser humano no deja de ser el universo contemplándose así mismo.



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TELMO (06-01-2020). La Economía como Ciencia: La Humanidad ante la Burocracia Económica. Anthropologikarl. https://anthropologikarl.blog/2020/01/06/la-economia-como-ciencia-la-humanidad-ante-la-burocracia-economica/ (15-09-2022).



[1] Alejandro Martínez Ruiz (Andújar, 1993). En un tiempo remoto ejerció como abogado en Sovie Abogados. (https://sovieabogados.es/). Ahora es un condenado a muerte.

[2] “El trabajo es, por de pronto un proceso entre el ser humano y la naturaleza, un proceso en el cual el ser humano media, regula y controla, mediante su propia actividad su metabolismo con la naturaleza. El ser humano se enfrenta con la materia natural como fuerza natural él mismo. Pone en movimiento las fuerzas naturales pertenecientes a su corporeidad –brazos, piernas, cabeza y mano- con objeto de apropiarse la materia natural en una forma utilizable para su propia vida” MARX, Karl. El capital. Crítica de la Economía Política. Antología. Alianza Editorial, Madrid, 2019, pág. 132-133.

[3] Autor desconocido (04-04-2021). El escándalo de Amazon tras admitir que algunos de sus conductores orinan en botellas de plástico. BBC News.  https://www.bbc.com/mundo/noticias-56631854 (29-08-2022).

[4] TOFFLER, Alvin. La Tercera Ola. Ed: Plaza & Janes, Bogotá, 1980. Pág. 35.

[5] LAFARGE, Paul. El derecho a la pereza. Madrid, 1977. Pág. 19.

[6] MARX, Karl. (1867). El capital. Crítica de la Economía Política. Antología. Alianza Editorial, Madrid, 2019. Pág. 315-346

[7] No existe una norma que diga de forma explícita que los resultados del trabajo asalariado pertenecen quien contrata al obrero. Es algo que, simplemente, va de suyo; se encuentra ínsito en un péndulo de varios preceptos. El art. 1.1 del ET afirma que trabajador es quien presta servicio por cuenta de un tercero y bajo su organización productiva y poder de dirección. Por otro lado nos dice el art. 354 del Código Civil que pertenecen al propietario, entre otros, los frutos industriales. Por frutos industriales ha de entenderse "el beneficio económico o utilidad que, como rendimiento patrimonial, genera la explotación, sin excepciones" (STS, 14-12-1998, nº 1164/1998, rec. 282/1996) o "los nacidos de la explotación o actividad ordinaria de la sociedad mercantil" (SAP Las Palmas, sec. 4ª, 17-03-2010, nº 163/2010, rec. 610/2008). Puestos en relación ambos preceptos, resulta que: "Lo que se produce en una empresa es propiedad del empresario -frutos industriales de los arts. 354.2 º y 355 del Código Civil- (...) El trabajador por cuenta ajena tiene derecho al salario, pero no hace suyos los productos que elabora o contribuye a elaborar. Por eso, no se puede presumir -en absoluto- que los bienes fabricados por el trabajador en las instalaciones de la empresa le puedan pertenecer -incluso aunque fuera él quien los realizara-, ni en horas laborales ni fuera del horario laboral" (SAP León, sec. 1ª,  11-04-2018, nº 148/2018, rec. 617/2017).

[8] La jornada de las 8 horas se conquistó en España tras la huelga conocida como La Canadiense. Auspiciada por la CNT, iniciada en Barcelona el 05-02-1919 y que, tras 44 días de duración, paralizó la ciudad y el 70 % de toda la industria catalana; considerada de las huelgas más importantes de la historia de España, obligó al Gobierno a decretar las 8 horas a cambio de su desmovilización. En Editorial CNT (02-10-2019). La huelga de la Canadiense. https://www.cnt.es/noticias/la-huelga-de-la-canadiense/ (30-08-2022)

[9]OECD (2022). GDP per hour worked. https://data.oecd.org/lprdty/gdp-per-hour-worked.htm#indicator-chart  (29-08-2022)

[10]OECD (2022). Labour compensation per hour worked. https://data.oecd.org/lprdty/labour-compensation-per-hour-worked.htm#indicator-chart (29-08-2022)

[11] Arts. 5.a) y 54.2.b) del Estatuto de los Trabajadores.

[12] STSJ Cataluña (Social), sec. 1ª, 13-07-2018, nº 4259/2018, rec. 2434/2018.

[13] En España, durante el 2ºT de 2022, se hacían, semanalmente, 3.372.800 horas extras semanales que no fueron abonadas. INE: Encuesta de Población Activa (EPA), Ambos sexos, Total, Horas extra no pagadas. https://www.ine.es/jaxiT3/Datos.htm?t=4366#!tabs-grafico (01-09-2022)

[14] GUERRERO, Diego (enero-2004). ¿Es posible demostrar la teoría laboral del valor? Ensayos de Economía. Vol. 14, núm. 25, págs. 83-123

Vista de ¿Es posible demostrar la teoría laboral del valor?. (unal.edu.co) (27-08-2022)

[15] "La celebración de un contrato de trabajo no implica en modo alguno la privación para una de las partes, el trabajador, de los derechos que la Constitución le reconoce como ciudadano, entre otros el derecho a expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones [art. 20.1 a)], y cuya protección queda garantizada frente a eventuales lesiones mediante el impulso de los oportunos medios de reparación, que en el ámbito de las relaciones laborales se instrumenta, por el momento, a través del proceso laboral. Ni las organizaciones empresariales forman mundos separados y estancos del resto de la sociedad ni la libertad de Empresa que establece el art. 38 del texto constitucional legitima el que quienes prestan servicios en aquéllas por cuenta y bajo la dependencia de sus titulares deban soportar despojos transitorios o limitaciones injustificadas de sus derechos fundamentales y libertades públicas, que tienen un valor central y nuclear en el sistema jurídico constitucional. Las manifestaciones de «feudalismo industrial» repugnan al Estado social y democrático de Derecho y a los valores superiores de libertad, justicia e igualdad a través de los cuales ese Estado toma forma y se realiza (art. 1.1)”STC, Sala 1º, 19-07-2018, nº 88/1985, rec 788-1984.

https://hj.tribunalconstitucional.es/HJ/es/Resolucion/Show/468

[16] Hablamos de 601.123 accidentes de trabajo, 611 con resultado de muerte, en 2021; y de 505.528 y 637 en el 2020. Datos oficiales del Ministerio de Trabajo.

https://www.mites.gob.es/estadisticas/eat/eat21/TABLAS%20ESTADISTICAS/ATR_2021_Resumen.pdf (27-08-2022)

[17] Art. 35 CE: “Todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo, a la libre elección de profesión u oficio, a la promoción a través del trabajo y a una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia, sin que en ningún caso pueda hacerse discriminación por razón de sexo”. https://www.boe.es/buscar/act.php?id=BOE-A-1978-31229

[18] Art. 128.1 CE: 1. Toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general.

[19] CHANCEL, Luca et all (2022). World Inequality report 2022. World inequality lab. Pág. 12, figura 4. https://wir2022.wid.world/www-site/uploads/2021/12/WorldInequalityReport2022_Full_Report.pdf (31-08-2022).

[20] “Trabajad, trabajad noche y día; trabajando, vosotros aumentáis vuestra miseria, y vuestra miseria nos ahorra tener que imponeros el trabajo por la fuerza de las leyes. La imposición legal del trabajo es demasiado penosa, exige demasiada violencia y hace demasiado ruido; el hambre, por el contrario, es no solamente una presión pacífica, silenciosa, incesante, sino que, siendo el móvil más natural del trabajo y de la industria, provoca también los esfuerzos más potentes” En LAFARGE, Paul (1848). El derecho a la pereza. Madrid, 1977, pág. 106.

[21] “La capacidad para concentrar la atención y, en general, la capacidad de conducirse en forma "responsable por el trabajo" como actitud central, se encuentran aquí en forma especialmente frecuente unidas con un hábito económico estricto que en absoluto calcula con la remuneración y su monto; además de un sobrio autocontrol y una sobriedad que aumentan extraordinariamente la capacidad productiva. La base para la concepción del trabajo como un fin en sí mismo, como una "profesión", tal como el capitalismo la exige, es aquí la más favorable de todas. Aquí se hallan las mayores chances de vencer la rutina tradicionalista en función del resultado de una educación religiosa” en WEBER, Max. El espíritu del capitalismo. Edición Original: 1904/1905 Edición Electrónica: 2009. https://catedracesarpeon.files.wordpress.com/2009/08/weber-m-1905-la-etica-protestante-y-el-espiritu-del-capitalismo.pdf

[22] MARX, Karl. El capital. Crítica de la Economía Política. Antología. Alianza Editorial, Madrid, 2019 Pág. 315-346

[23] SÁNCHEZ ARTEAGA, Juan Manuel. (2008). La biología humana como ideología: el racismo biológico y las estructuras simbólicas de dominación racial a fines del siglo XIX. Theoria, 23(1), págs. 107–124. En https://ojs.ehu.eus/index.php/THEORIA/article/view/12 (29-08-2022).

[24] SANCHEZ ARTEAGA, Juan Manuel (2007). La racionalidad delirante: el racismo científico en la segunda mitad del siglo XIX. Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, ISSN 0211-5735, Vol. 27, Nº. 100, 2007, págs. 383-398. En https://scielo.isciii.es/pdf/neuropsiq/v27n2/v27n2a11.pdf (28-06-2025).

[25](16-11-2013). PIGS can fly. The Economist. http://briguglio.asgi.it/immigrazione-e-asilo/2013/novembre/art-economist.pdf (24-08-2022). (28-06-2013). Should Southern Europe Really Be More German? The Spiegel. https://www.spiegel.de/international/europe/southern-europe-sees-way-of-life-under-threat-a-908109.html (28-06-2025).

[26] OCDE (2019), Horas trabajadas, donde se observa que la media española asciende a 1.690 horas anuales; frente a las 1.390 horas anuales de media en Alemania, 1.400 en Países Bajos, y no alcanzan las 1400 países como Noruega o Dinamarca. Al otro extremo se alza México con una media de 2.140 horas de trabajo anuales, Costa Rica con 2060, y Corea muy cerca de las 2.000. https://www.oecd.org/centrodemexico/estadisticas/horas-trabajadas.htm (24-08-2022).

[27] Peter L. BERGER y Thomas LUCKMANN (1968). La construcción social de la realidad. 1ª ed. 25ª reimp. Amorrotu. 2019.

[28] LAFARGE, Paul (1848). El derecho a la pereza. Pág. 16 https://proletarios.org/books/Lafargue-Derecho_a_la_pereza.pdf (29-08-2022).

[29] “La lógica de 'es preferible que, pudiendo trabajar, no trabajes y que vivas a costa de los demás' es una lógica absolutamente parasitaria y antisocial”. RALLO, Juan Ramón (11-03-2019). Podemos prefiere el parasitismo a la autosuficiencia. El confidencial. https://blogs.elconfidencial.com/economia/laissez-faire/2019-03-11/podemos-parasitismo-autosuficiencia_1872266/ (30-08-2022)

[30] Desempleo, total (% de la población activa total). Estimación modelado OIT. Fuente: Organización Internacional del Trabajo, base de datos sobre estadísticas de la OIT (ILOSTAT). En:  https://datos.bancomundial.org/indicator/SL.UEM.TOTL.ZS?end=2021&start=1991&view=chart&year=2021 (31-08-2022).

[31]GRUPO KRISIS (1999). Manifiesto contra el trabajo. Cap. 8, La historia de la imposición sangrienta del trabajo. 2002, Ed: Virus, Barcelona. Págs. 47-53 https://www.viruseditorial.net/paginas/pdf.php?pdf=manifiesto-contra-el-trabajo-2018.pdf (30-08-2022).

[32] El fiscal del Consejo de Estado Pedro R. de Campomanes sentenciará: “De cuantas conquistas pudiera emprender la Corona, dificultosamente hay una que ofrezca tan prontas y sólidas utilidades como el desterrar la ociosidad de los pobres, reducirles a la clase de vecinos útiles por virtud de un trabajo arreglado, inclinándoles a él según sus fuerzas y talento, de grado o de fuerza a los que indebidamente se resisten a ganar el pan a costa del sudor de su rostro, como Dios ordena”

DÍAZ RODRÍGUEZ (2014), Fernando. Homo faber. Historia intelectual del trabajo. Siglo XXI, Madrid, 2014, pág. 39.

[33] “El trabajo de la economía política es un trabajo que prescinde de las diferencias reales, históricas si se quiere, que diferencian y discriminan los trabajos. El mundo prosaico de las distinciones entre los trabajos vigente en la sociedad estamental, y parte constitutiva de su estructura social, cede ante la idea culta de trabajo de la economía política. Trabajo despojado del abigarrado colorido, de la idiosincrasia y del pathos de la distinción que caracterizaban el mundo de los oficios y las ocupaciones. La novedosa concepción del trabajo relativiza las distinciones que la estructura social del estatus había fomentado en el campo de las ocupaciones humanas. Así, las connotaciones negativas de las valoraciones diferenciadoras –por ejemplo, las notas de mecanicidad (manualidad), de vileza o de servilismo de las ocupaciones y el grado en que se atribuyen– se evaporan idealmente destiladas por el novedoso y poderoso concepto de trabajo productivo. Frente a la distinción de los trabajos en productivos e improductivos, claudican las distinciones entre ocupaciones según principios inflexibles de estatus u honor social. Ciertamente, el proceso de abstracción que afecta a la idea de trabajo podrá y será utilizado para redimir al trabajo manual de su consideración negativa en virtud de criterios de mecanicidad y de otros que afectaban al honor social. El trabajo productivo en su expresión abstracta, la propia de la economía política, pasa a ocupar un lugar central y estratégico de primer orden en tanto que factor inexcusable para la consecución de uno de los fines básicos a los que aspira toda sociedad bien ordenada y gobernada” Ibíd. pág. 26-34.

[34] NIETZSCHE, Friedrich. Sobre la utilidad y los perjuicios de la historia para la vida. Librodot.com. Págs. 11-16.

[35] ARISTÓTELES. La política. Libro VII, pág. 421

[36] DOMINGO, Plácido (2011). La concepción del trabajo libre en los socráticos y Aristóteles. Gerión 2011, vol. 29, nº 1, págs. 99-106. En file:///C:/Users/AsusG/Downloads/ecob,+099-106.pdf (24-08-2022)

[37] TORICES VIÑA, Noelia (2017). La locatio-conductio en Roma y su régimen actual. Universidad de Valladolid. En: https://uvadoc.uva.es/bitstream/handle/10324/27859/TFG-D_0530.pdf;jsessionid=1A1B0EBFC6D3FC79C21A913BCDB962FD?sequence=1 (24-08-2022)

[38] MENÉNDEZ PELAYO, Marcelino (2003). Historia de los heterodoxos españoles. Alicante: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2003. Pág. 1.532

[39] ROYO HERNÁNDEZ, Simón (2002). La sociedad capitalista como negación del ocio: historia de una paradoja actual. LOGOS. Anales del Seminario de Metafísica, Vol. 35, 2002, Págs. 193-222 file:///C:/Users/AsusG/Downloads/ecob,+ASEM0202110193A.PDF.pdf (30-08-2022)

[40] DÍAZ, A. (2016). Antropotécnica y ociosidad. Ejercitarse para llegar a ser ocioso. Lúdica Pedagógica, (23), págs. 109-118. file:///C:/Users/AsusG/Downloads/admin%252C+Gestor%252Fa+de+la+revista%252C+2375-6113-1-CE.pdf (01-09-2022)

[41] ‘En verdad, no es dudoso que deben aprenderse los conocimientos útiles que son necesarios, pero no todos; y puesto que está establecida la distinción entre trabajos libres y serviles, es evidente que conviene participar de aquellos trabajos útiles que no embrutezcan al que se ocupa de ellos. Hay que considerar embrutecedor todo trabajo, arte y disciplina que inutilice el cuerpo, el alma o la inteligencia de los hombres libres para el uso y la práctica de la virtud. Por eso, llamamos embrutecedoras a todas las artes que disponen a deformar el cuerpo, y también a los trabajos asalariados, porque privan de ocio a la mente y la hacen vil’ En ARISTÓTELES. La política. Libro VIII, pág. 457, 1337b.

[42] “Debido al mismo éxito de la producción separada como producción de lo separado, la experiencia fundamental ligada en las sociedades primitivas a un trabajo principal se está desplazando, con el desarrollo del sistema, hacia el no-trabajo, la inactividad. Pero esta inactividad no está en absoluto liberada de la actividad productiva: depende de ella, es sumisión inquieta y admirativa a las necesidades y resultados de la producción; ella misma es un producto de su racionalidad. No puede haber libertad fuera de la actividad, y en el marco del espectáculo toda actividad está negada, igual que la actividad real ha sido integralmente captada para la edificación global de este resultado. Así la actual "liberación del trabajo", o el aumento del ocio, no es de ninguna manera liberación en el trabajo ni liberación de un mundo conformado por ese trabajo. Nada de la actividad perdida en el trabajo puede reencontrarse en la sumisión a su resultado.” En DEBORD, Guy (1967). La sociètè du spectacle. Champ Libre, 1967. Aforismo 27. Pág. 8. En http://serbal.pntic.mec.es/~cmunoz11/Societe.pdf

[43] DÍAZ FREIRE, José Javier. Los tiempos de la modernidad. A propósito de Marshall Berman. Historiografías, 11 (Enero-Junio, 2016), Universidad del País Vasco, págs. 17-32.

[44] ‘Si transformar la materia fuera la más noble de las tareas, tendríamos que considerar a cualquier bracero superior a Shakespeare’ en RUSSEL, Bertrand (1932). Elogio de la ociosidad. Pág. 5. En: http://alcoberro.info/pdf/russell3.pdf (25-08-2022).

[45] ‘el trabajo ocupa todo el tiempo y con él no hay ningún tiempo libre para la república y los amigos’ en LAFARGE, Paul (1848). El derecho a la pereza (1848). Madrid, 1977Pág. 36.

[46] ROYO HERNÁNDEZ, Simón (2002). La sociedad capitalista como negación del ocio: historia de una paradoja actual. LOGOS. Anales del Seminario de Metafísica, Vol. 35, 2002, Págs. 193-222 file:///C:/Users/AsusG/Downloads/ecob,+ASEM0202110193A.PDF.pdf (30-08-2022)

[47] TELMO. (06-01-2020). La Economía como Ciencia: La Humanidad ante la Burocracia Económica. Anthropologikarl. https://anthropologikarl.blog/2020/01/06/la-economia-como-ciencia-la-humanidad-ante-la-burocracia-economica/

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