LA ABOLICIÓN DEL TRABAJO: EL OCIO UNIVERSAL COMO CIUDADANÍA PLENA.
“¿Pero de dónde surge este
poder repentino del Estado cuyos fines escapan a la previsión y al egoísmo de
los individuos? ¿Cómo nace el esclavo, ese topo de la cultura? Los griegos nos
lo revelaron con su certero instinto político, que aun en los estadios más
elevados de su civilización y humanidad no cesó de advertirles con acento
broncíneo: “el vencido pertenece al vencedor, con su mujer y sus hijos, con sus
bienes y con su sangre. La fuerza se impone al derecho, y no hay derecho que en
su origen no sea demasía, usurpación violenta”
(Friedrich Nietzsche. El Estado Griego. 1871).
Alejandro Martínez
Ruiz.[1]
A
todos y cada uno de nosotros, sin excepción, nos han espetado alguna vez nuestros padres la frase esa de “hay que ganarse el pan” o la más dramática “hay que
ganarse la vida”. La primera, enfocada en la necesidad alimenticia; y en la segunda,
más amplia y existencial, subyace la misma idea: la sociedad humana es una
selva agonística que exigirá de ti amplios y constantes esfuerzos para que puedas
garantizarte el acceso material mínimo. Normalmente, y para la mayoría que
esté leyendo estas líneas, la única
fuente de renta a nuestro alcance para acometer tal objetivo será la venta de
capacidad laboral. El trabajo, ni más ni menos.
Abstraídos
de cualquier forma de producción social, el trabajo es el medio a través del
cual el ser humano gasta su tiempo y energía apoyado en los resultados del
trabajo previos para extraer utilidad de la naturaleza[2]. Pero esa utilidad le
servirá no solo para satisfacer sus necesidades, sino para ahorrar trabajo
humano en los sucesivos empeños metabólicos. Para optimizarse socialmente;
conseguir más, con menos: la rueda, la palanca y la domesticación, entre otros
innumerables prodigios de la ciencia, la tecnología y de la técnica, nacieron
para reducir el esfuerzo y multiplicar la obtención de cosas útiles
manufacturadas. En definitiva, el
trabajo tiene por fin auto-reducirse a la mínima expresión; cuando más se
desarrollan las máquinas en las que se apoya, más tiende a su propia
desaparición. Una necesidad que de potenciarse deriva en contingencia. En
expresión matemática, una asíntota.
No
obstante, pese a ser un momento del proceso histórico de socialización, en el fondo, no deja de
ser gasto de energía humana; y el ser humano prefiere otros menesteres, se
define por más lides; de la retórica al arte pasando por dormir y comer con los
amigos.
Resulta
fácil convenir lo desagradable del trabajo si lo situamos en la forma de
producción dominante desde hace dos siglos, que ha puesto del revés lo anterior,
tanto en su tiempo como en su espacio. Ahora hay un tiempo, el del trabajo, que
se inicia con el castigo vespertino o nocturno del despertador. La coerción que instaura la medición
precisa del tiempo, el estrechamiento de nuestros biorritmos a su compás[3]; indispensable para la
coordinación y sincronía de las enormes cadenas productivas que rigen el mundo
global del valor. Cuántas veces has despertado en noche cerrada para ir al
trabajo; cuantas veces has aborrecido esa canción que tanto te gustaba, hoy alarma-latiguera que te saca de la cama; cuantas veces has apretado el paso, corrido por el
metro, dado imprudente pisotón al acelerador porque llegabas tarde.
La
puntualidad, carente de toda importancia en tiempos pretéritos, cobró incalculable
importancia. Erguida como necesidad social, transformó el entendimiento del
tiempo cronológico que pasó a ser una sucesión cuantitativa divisible en
fracciones iguales. Se diseñó y proliferó el reloj de mano, que marcó el
momento exacto en que la revolución industrial abolía los ciclos de tiempo indeterminado y natural que regían los días, las estaciones y las cosechas, en pos de ensamblar interdependencia[4]. Por el camino, engendró
jornadas inmensas, muy superiores a la de los presidios, a los mandados a
galeras, e incluso las de los esclavos de las Antillas.[5]
La Era o el Verano (1786). Francisco
de Goya.
El
tiempo de trabajo no solo avasallaría en su forma, sino también en su fondo. El tiempo de trabajo salariado supondría un
exceso de rendimiento de valor; valor impagado y apropiado por el dueño del
vector productivo respecto al abonado por valor de las cosas que integran la cesta
de la compra del asalariado, siempre limitada a magnitudes que no impidieran la
valorización del dinero[6]. Este hecho respondería
tan mal al concepto conmutativo ínsito en las teorías contractuales clásicas,
que la fórmula de acceso gratuito al trabajo ajeno no aparecería recogida
expresamente en ningún cuerpo legal. Al contrario, lo haría de forma tácita,
oculta y sibilina en los recovecos de los Códigos civiles y los Estatutos de
los trabajadores modernos.[7]
Por
otro lado, y a cambio de una infra-retribución, esa cesta daría en teoría
acceso a un mínimo de sociabilidad y comodidad. Pero esto no ocurriría de forma
absoluta, sino espacializada y temporalizada. Más o menos se cumpliría en el
centro del imperio-mundo, pero no en la periferia mundial donde miles de
millones de seres humanos andan sumidos en un estadio científico-técnico propio
del neolítico. De igual manera, ese centro vería la jornada de ocho horas
interanuales continuar estacionaria desde su conquista principios del siglo XX.[8] Transcurrido más de un
siglo desde entonces, en ese mismo centro
se constata el ingente incremento de la productividad[9], colegida la cada vez menor participación de los salarios en la
riqueza total creada.[10]
Tampoco
podemos olvidar un espacio, el del
trabajo, definible como una dictadura gerencial. Todos los gobiernos
representativos de todos los países que arman sus economías sobre la relación
salarial, recogen en sus estatutos laborales la obligación de cumplir las
órdenes e instrucciones del empresario en el ejercicio regular de sus
facultades directivas[11]. Frente a ella, cualquier
renuencia, si fuese grave y culpable, sería sancionable; incluso con el despido[12], que no es sino la separación de tu medio de vida. El
espacio del trabajo, es hoy un espacio privado. Razón por la cual en cuanto
llega la hora de salida, salvo imposición vicaria propia de la moral del esclavo[13], falta tiempo para salir
corriendo.
Por
extensión, no existiría la gobernanza
representativa en el espacio productivo, más allá de una limitada palanca
sindical, actualmente en retroceso. Menos aún existirá democracia
en-su-sentido-original, por cuanto no hay planificación consciente, directa y
sometida al principio de la mayoría respecto a qué, cuánto y cómo producir. El
trabajo sería demostrado como la fuente del valor de las cosas útiles hechas
por la sociedad humana[14]; no obstante solo
serviría a la maximización del beneficio, no a la satisfacción de las
necesidades. No hay ser humano que encuentre disfrutable estar sometido potencialmente
a un poder privado ajeno, durante una cantidad de tiempo diaria nada desdeñable.
El supuesto destierro del feudalismo industrial[15] se hace apenas verosímil frente
a derecho moderno cada vez más achicado
en su función tuitiva.
En
general, la relación salarial es fuente de ingente miseria humana, por su
tiempo y por su espacio. Por el desvelamiento del ser humano como mercancía de apariencia orgánica a estrujar
por la función rentable; rentable hasta el último estertor[16]. Por la constatación de
la existencia un grupo que, por la fuerza de la Escritura pública y el Registro
de la propiedad, participan en el consumo del producto social sin aportar su
parte alícuota laboral y gobiernan la producción sin rendir cuentas a ningún
parlamento. Qué dicen de esto las brillantes constituciones que instituyen el
derecho al trabajo y el deber de trabajar[17]; derecho que palidece por
el castigo del desempleo forzoso, deber que se incumple por el rentista
estructuralmente auto-excluido del trabajo. Qué dicen igualmente sobre la
riqueza social con una fórmula tan rousseauniana[18] como inane ante el
ingente incremento de la disparidad en los polos económicos.[19]
Con
lo dicho hasta ahora, resulta extraño ver la dócil, esforzada y hasta gustosa entrega
al templo labore por parte de los
llamados a su lugar y tiempo. La lógica social de una arquitectura productiva
que condiciona a la generalidad a someterse
a la relación salarial para financiar subsistencia[20], tiene agujeros y
descosidos. No hay alfiler que los remede. Funcionar funciona: demostrado queda
por dos siglos y medio casi incuestionados. Pero ofrecerá más de un estropicio
en forma de huelga, puntual o revolucionaria; en forma a veces de intentona,
social o cuartelaria, de derrocamiento violento del orden establecido. Ante
este panorama, el marco ideático que
fabricara legitimidad y consentimiento, entre otros muchos artefactos, ha sido y es la ética del trabajo.
Poco
quedaría de la geografía conceptual de raigambre católica: entre el estoicismo,
el disfrute hedonista, el gasto excedentario en los lujos y el perdón de los
pecados por la confesión ante el vicario de Dios en la tierra. La laboriosidad
y la entrega como vía de acceso a la Gracia de Dios; la mansedumbre, la
domesticación y la disciplina prusiana formarán un haz de virtudes de origen calvinista
que flotarán libres durante las grandes transformaciones del siglo XIX, y que
terminarían por acoplarse con éxito al nuevo modelo económico[21]. Auparían el trabajo ajeno y dependiente a la cima de
todas las cosas nobles y deseables. La idea de productividad como el verdadero camino a la ascensión, mundana y
divina. Neologismos como “la cultura del esfuerzo” no son sino reactualizaciones
periódicas de la misma fórmula vertebradora. Eadem sed aliter, lo mismo salvo que de otra manera.
El
espíritu del capitalismo, a través de la ética del trabajo relataría una explicación
mitificada del origen de la propiedad desigual, dividendo a la especie en dos razas: los prometeicos, esforzados
ahorradores; y los donnadies, gandules derrochadores. Los primeros, antepasados
de los industriales; los segundos, de los asalariados. Se escamoteará, por
supuesto, el violento despojo originario
practicado a través del estado contra los campesinos a fin de crear
trabajadores libres; libres para otorgar consentimiento en un contrato, y
libres también de sus medios tradicionales de subsistencia[22].
El
anterior relato mítico no solo explicaría el origen grupos sociales, sino que
se extrapolaría allende fronteras nacionales, tallando los volksgeist de las gentes y dividiendo
la geografía humana entre pueblos manirrotos y pueblos productivos. Pueblos
civilizados y pueblos salvajes, situables en escalas raciales de mayor a menor equivalencia
a los arbitrarios atributos esquematizados por el homo economicus. La cúspide
era acaparada, en plenitud de todas las virtudes, como no, por las etnias
pertenecientes a la rama anglo-germánicas.[23]
Mapa
de las razas de Europa, por National Geograhpic (1919), usando la clasificación
racial definida en el libro de Wiliam Ripley Las razas de Europa (1899)
Distribución de las subrazas caucásicas según Madison Grant, en La caída de la gran raza (1916).
El uso de la biología decimonónica aplicada a las razas humanas podría describirse hoy, desde el consenso científico, como una sofisticación discursiva de delirios mitológicos –ligados al tema del pueblo elegido–, que fueron asumidos masivamente por las capas educadas de las sociedades burguesas.[24] Pese al destierro infligido por la antropología física y la biología evolutiva a tal cosmovisión, ecos de estas entendederas aún resuenan en el mundo contemporáneo. La división de países avanzados y países en desarrollo; o en ciertos contextos de grandes recesiones, socializaciones de pérdidas y aumento de deudas soberanas, de países frugales y países cerdos[25]. Se escamoteará entre tanto que las diferentes trayectorias históricas de desarrollo y concentración de capitales explicarían el porqué de las diferencias de productividad –y por extensión de riqueza- entre los países. Lo ilustra en todo su esplendor el por qué los tan industriosos alemanes trabajan casi trescientas horas anuales menos que los vagos españoles, dados a las mujeres, el vino y las siestas.[26]
Lograr
que ambos, tanto las personas forzadas a vender su capacidad laboral como los
países caídos en desgracia en la competencia por la captura global de la ganancia, terminaran
por naturalizar tales relaciones sociales. Una entrega litúrgica a la reificación jamás vista hasta entonces[27].
Empleados
y jefes, países ricos y países pobres; todas estas entidades tan naturales como
las nubes, los ríos y las montañas; realidades previas a la sociedad misma,
fuera de la órbita transformadora del ser humano, y por ende inmutables. Quien repartiría unas categorías u otras no sería el azar, sino el trabajo. El trabajo es quien
premió a unos y castigó a los otros. El trabajo, justo asignador de destino y
fortuna. Durante el siglo XIX, todo un ejército de publicistas entonaría alabanzas,
loas y suasorias en honor del mito Progreso, hijo primogénito del Dios-Trabajo.[28]
Esa
deidad, como Juno, debía tener su cara pero también su cruz. Quienes no
trabajan, objeto moral a castigar con la mayor de las fierezas. Quien vive sin
trabajar es un aprovechado, un free-raider,
un parásito social. Se escamotearía que ese castigo siempre sería selectivo. La
verdadera clase ociosa, la que compra su condición por la estructural
desigualdad respecto a la propiedad de cosas rentables, nunca recibirá reproche
alguno. Solo el muerto de hambre, el
enchufado al reparto de pan público, ocupa el lugar de enemigo de la
prosperidad general: fuente de
todos los vicios, gusano corruptor que socava las buenas costumbres[29].
El
reproche no podía ser solo moral, si no que haría falta una fuerza disuasoria
que no requiriese de mayor inversión en capacidad cinética -es decir, en militares y policía-. En efecto, sería una coerción tan objetiva como
invisible, unos agentes fantasmales
cuya sustancia social no-física fijaría el campo de maniobra en el que habrá de
quedar cautiva la agencia de las personas. Pues solo habría una desgracia mayor que colocar la mercancía trabajo en el
mercado, y es no hacerlo; más bien, no poder hacerlo. El látigo del hambre, el disciplinamiento del desempleo forzoso. A su consecuencia, millones de seres
humanos vagan como población sobrante[30];
que apartados de la relación salarial que provee de poder de compra ––y por
ende, consumo y socialización––, amanecerían en un inmenso apartheid social. El nuevo purgatorio, eterno campo de expiación
antes y después de verte ante las puertas de San Pedro.
Sin trabajo (1892). Carlos
López Redondo.
Ejecución del desahucio de Manuela, Jesús y sus 4 hijas menores, de 9, 8, 2 y 1 años, en Vallecas (2021). Jon Imanol Reino.
Víctima
del trabajo (1899). Jenaro Carrero Fernández
De
por medio, a través de la vía coercitiva estatal, se construiría el espacio
institucional que hoy llamamos Mercado; ese campo para el monocultivo monetario
que financiaría las primeras grandes mega-máquinas de guerra absolutistas.[31] Las nuevas necesidades de
las nuevas burocracias llevarían a la división social entre tareas productivas
y tareas improductivas. La idea de sociedad
ocupada cobraría centralidad en la cosmogonía explicativa de la riqueza.
Puesto al servicio del aparato westfaliano, trabajar será una obligación; un
deber de utilidad pública hecho valer a través de la criminalización del ocio
de la pobreza falsa. Las políticas de
pobres, cumplirán al pie de la letra esa función.[32]
Entretanto,
el proceso de abstracción de la idea del trabajo tendrá su correlato en el
mundo productivo, que ya estaba borrando del mapa las distinciones cualitativas
entre ocupaciones y oficios del periodo estamental. El fenómeno laboral
quedaría unificado bajo un único concepto: la sustancia del trabajo abstracto
en general. Elemento no menor, pues permitirá objetivar la pericia de la
profesión haciendo prescindibles e intercambiables cualesquiera personas con
una instrucción y capacidad medias. La subsunción real del hombre en la
máquina.[33]
El
asalariamiento pretendidamente dignificado, concebido como el desenvolvimiento último de la
esencia humana, se desvela como la farsa que realmente es si se le pone en
perspectiva historiográfica. Friedrich Nietzsche demostró que la historia tiene tres servicios que
prestar a la vida. Es monumental
cuando sirve de palanca para construir futuro; anticuaria, cuando contempla desde lo ajeno un pasado hecho
reliquia; y crítica, cuando somete a
juicio las instituciones constituidas en pos de una ruptura epocal[34]. Y es este último enfoque
el que nos ayudará a demandar responsabilidad civil a la ética del trabajo, ante
el tribunal de la historia, por los daños causados.
En la cultura grecorromana,
de la que los actuales resortes institucionales hacen pregón de herencia, no hay nada más noble y elevado que
dedicarse a vivir sin trabajar, es decir, al ocio. Sensu contrario, en la
Grecia clásica, se entendía el trabajo manual como característico de los
esclavos y de los extranjeros. El artesano dependiente se alquilaba así mismo
por un misthós o salario; Aristóteles
nos dirá que “los
ciudadanos no deben llevar una vida de trabajador manual, ni de mercader ––pues
esa forma de vida es innoble y contraria a la virtud-, ni tampoco deben ser
agricultores los que han de ser ciudadanos -pues se necesita ocio para el
nacimiento de la virtud y para las actividades políticas–– “[35]. Prestar servicios para
otro equivaldría a esclavitud a tiempo
parcial, por lo que el trabajo manual es incompatible con el estatuto
cívico.[36]
En
época romana, la figura locatio conductio
operarum designaría a la persona se obligaba a realizar una determinada
actividad en favor de otra; es decir, la forma de trabajo ajeno y dependiente actual.
Es fácil entender el porqué de su escaso uso, pues si el grueso de la
producción recaía sobre relaciones de propiedad y producción esclavistas, la
equivalencia moral entre el arrendador de servicios laboral y el esclavo no
tardaba en aflorar.[37]
Una
esclava en venta (1897). José Jiménez de Arana.
Sísifo
(1548-1549). Tiziano Vecellio Di Gregorio.
Solo
quien tenía a su vez la subsistencia asegurada y tiempo libre en exceso podía
dedicarse de forma genuina a los asuntos públicos. Si la propiedad era la "condición
sensible puesta al alcance del hombre para poder realizar los fines racionales
de su vida"[38],
entonces solo el propietario sería un
ser humano completo; y por extensión, ciudadano pleno. La necesidad de
trabajar sería reprochable en tanto que sinónimo de dependencia de otro, y por
tanto de imposibilidad de ciudadanía. En otras palabras: para poder ser
ciudadano es "indispensable que la comunidad le proporcione el ocio y la renta necesarias para poder participar directamente en los asuntos
públicos".[39]
El
secuestro del trabajo a través de su privatización y apropiación, supone que los
titulares de las empresas produzcan según la lógica de la ley del valor
–rentabilidad-, y que cada cual consuma previa sumisión a la relación salarial,
lo que otorga el gobierno de la producción a los primeros. Bajo esta égida, la tríada republicana quedaría reducida a
la libertad de consentir contratos, la igualdad formal ante la ley, y la
propiedad desigual de las cosas rentables. En tales condiciones, no es posible –nunca se buscó- reproducir
una institucionalidad democrática en su sentido originario.
Pero
no solamente esta concepción del trabajo tenía que ver con la organización socioeconómica
y política. También hacía lo propio con una idea de vida buena. Así el término griego scholé designará el ocio desde una doble dimensión: tanto el
cultivo de lo elevado como el de lo profano. Desde lo que la sociedad moderna
considera virtudes ––disciplina, excelencia–– hasta lo que considera bajezas ––pereza,
descanso, siesta––. La voz latina otium sería el tiempo disponible para
hacer algo por gusto y no por deber; por contra el término negotium ––el no ocio––
consistiría en hacer aquellas cosas o actividades forzadas u obligatorias.[40] La ociosidad grecorromana por tanto no remitiría a no hacer nada, sino a
hacer cosas apetecidas, gustosas, voluntarias.
La
moderna concepción del trabajo sería la causa última de la mortificación
general. Resulta embrutecedor en tanto que priva del ocio, presupuesto para
cultivar la excelencia humana.[41] Cuántas veces, después de
jornadas maratonianas –sin olvidar tiempo de desplazamiento- has llegado a casa
y solo has tenido ganas de abandonarte al divertimento brozaico del scroll infinito. Cuántas veces has
empleado tus treinta y seis horas de descanso semanal en recuperar el sueño atrasado. Cuantas veces recurres
al no-lugar del mercado, físico o digital, para sellar el vacío a través de la
adquisición cosas. El ocio moderno, entendido como tiempo improductivo, habría
de quedar subordinado a la realización del valor a través del consumo. La
explotación empieza en la fábrica, la tienda o la oficina, pero se realiza -y termina- en
el escaparate.[42]
Muy
al contrario, el ocio grecorromano
encarnaría una sustancia antropológica mínima, frente a una modernidad que
concebiría lo humano como una plasticidad ontológica infinita[43], siempre sometido y
sometible a la tensión y el cambio. Cuantas veces has migrado desde tu ciudad
natal hasta las mega-urbes que aglutinan los grandes nichos de empleo. Cuantas
veces te has desarraigado para hacer
vendible la mercancía-trabajo. Cuantas veces te has auto-destruido en pos de la
empleabilidad. No hay límite frente a
la vorágine de la subsunción real del trabajo en el capital.
Frente
a ello, como diría Bertrand Russel, si se eleva al homo faber a arquetipo definitorio de lo humano ello subordinaría
los artes a la artesanía[44]; al igual que el trabajo
omniabarcante, dirá Jenofonte, nos privaría del disfrute sincero y genuino de
nuestros amigos, y de nuestra contribución a la cosa pública.[45]
No
existe una esencia que defina al homo sapiens. El ser humano es una máquina biosocial con una dimensión
histórica que le otorga retroalimentación constitutiva con su medio, natural y
cultural. Pero si imagináramos una sustancia común universal, aun a nivel intuitivo
semi-inconsciente, afloraría lo todo el mundo quiere: realizar el máximo número de actividades que a uno le gusten, estar lo más cómodo y satisfecho posible, hacer
de forma obligatoria lo mínimo indispensable. Eso y no otra cosa es el magma
antropológico que a todos nos constituye.
Me
es imposible recordar cuantas veces he escuchado frases como “la gente lo que
no quiere es trabajar”. Habitualmente observo no sin cierta tristeza como uno desbarra
al dar la réplica. Es la consecuencia de asumir un marco conceptual que
encarcela el potencial emancipador de poner la máquina y el esfuerzo humano
colectivizado al servicio de la especie. La respuesta a esa afirmación no puede
ser la errónea exhibición de un ethos
productivista, laudatorio del trabajo en abstracto.
Bien
al contrario, la respuesta adecuada ha de insistir en otra dirección: en poner
en su sitio al trabajo y a la máquina. Y eso pasa por que se sitúe a la ciencia,
paciencia y prudencia de la sociedad en su conjunto en la tarea de la automatización
masiva de todas las tareas. Llevar la asíntota laboral al extremo. Hacer redundante el aporte individual de trabajo, a par que se produce y distribuye inmensa cantidad de utilidad material.
Hemos de hacer real un pleno desempleo,
desvinculando el trabajo del acceso a la renta y la riqueza social, y dejando
atrás el adagio “quien no trabaja, no come”. En última instancia, se trata de hacer
realidad la finalidad última de la Ilustración: la liberación del trabajo y la
recuperación sin esclavitud del ocio grecorromano.[46]
Lo anterior pasa por determinar el vector productivo por las reglas de la mayoría expresada de forma directa, producir atendiendo al valor de uso, acceder al consumo sin intermediación monetaria, y aplicar metodología y ontología científicas al gobierno de la producción.[47] La consecuencia sería la construcción de la abundancia y satisfacción universal de las necesidades humanas. De las cenizas de un tiempo-muerto postrado a realizar valor, emergería el auténtico ocio. Ocio, en tanto que libre dedicatoria a todo tipo de placeres, juegos y diversiones como modo de contribuir a la prosperidad de todos. Allí donde el esparcimiento del espíritu hace que el tiempo vuele, la creatividad se desborde, y la imaginación estalle de alegría. No existirá el aburrimiento; bullirá la actividad empujada por la constante sensación de novedad. En fin, solventado el problema económico, socializado un trabajo en vías de extinción, podría la especie ejercer, ahora sí, ciudadanía plena. Para dedicarnos a la deliberación sobre nuestro sitio entre las estrellas; al fin de al cabo, el ser humano no deja de ser el universo contemplándose así mismo.
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- SAP Las Palmas, sec.
4ª, 17-03-2010, nº 163/2010, rec. 610/2008
- SAP León, sec. 1ª,
11-04-2018, nº 148/2018, rec. 617/2017
- STC, Sala 1º,
19-07-2018, nº 88/1985, rec 788-1984.
- STS, 14-12-1998, nº 1164/1998, rec. 282/1996
- TOFFLER, Alvin (1980). La Tercera Ola. Plaza & Janes, Bogotá. https://cudeg.com.uy/wp-content/uploads/2017/10/La-tercera-ola.pdf
- TORICES VIÑA, Noelia (2017). La locatio-conductio en Roma y su régimen actual. Universidad de Valladolid. https://uvadoc.uva.es/bitstream/handle/10324/27859/TFG-D_0530.pdf;jsessionid=1A1B0EBFC6D3FC79C21A913BCDB962FD?sequence=1
- WEBER, Max (1896). El espíritu del capitalismo. Original, 1904/1905 Edición Electrónica: 2009. https://catedracesarpeon.files.wordpress.com/2009/08/weber-m-1905-la-etica-protestante-y-el-espiritu-del-capitalismo.pdf (24-08-2022)
CHANCEL, Luca et all (2022). World Inequality report 2022. World inequality lab. pág. 12, figura 4. https://wir2022.wid.world/www-site/uploads/2021/12/WorldInequalityReport2022_Full_Report.pdf (31-08-2022).
TELMO
(06-01-2020). La Economía como Ciencia: La Humanidad ante la Burocracia
Económica. Anthropologikarl. https://anthropologikarl.blog/2020/01/06/la-economia-como-ciencia-la-humanidad-ante-la-burocracia-economica/ (15-09-2022).
[1] Alejandro Martínez Ruiz (Andújar, 1993). En un tiempo remoto ejerció como abogado en Sovie Abogados. (https://sovieabogados.es/). Ahora es un condenado a muerte.
[2] “El
trabajo es, por de pronto un proceso entre el ser humano y la naturaleza, un
proceso en el cual el ser humano media, regula y controla, mediante su propia
actividad su metabolismo con la naturaleza. El ser humano se enfrenta con la
materia natural como fuerza natural él mismo. Pone en movimiento las fuerzas
naturales pertenecientes a su corporeidad –brazos, piernas, cabeza y mano- con
objeto de apropiarse la materia natural en una forma utilizable para su propia
vida” MARX, Karl. El capital. Crítica de
la Economía Política. Antología. Alianza Editorial, Madrid, 2019, pág.
132-133.
[3] Autor
desconocido (04-04-2021). El escándalo de
Amazon tras admitir que algunos de sus conductores orinan en botellas de
plástico. BBC News. https://www.bbc.com/mundo/noticias-56631854 (29-08-2022).
[4] TOFFLER, Alvin. La
Tercera Ola. Ed: Plaza & Janes, Bogotá, 1980. Pág. 35.
[5] LAFARGE,
Paul. El derecho a la pereza. Madrid,
1977. Pág. 19.
[6] MARX,
Karl. (1867). El capital. Crítica de la
Economía Política. Antología. Alianza Editorial, Madrid, 2019. Pág. 315-346
[7] No existe
una norma que diga de forma explícita que los resultados del trabajo asalariado
pertenecen quien contrata al obrero. Es algo que, simplemente, va de suyo; se encuentra ínsito en un
péndulo de varios preceptos. El art. 1.1 del ET afirma que trabajador es quien
presta servicio por cuenta de un tercero y bajo su organización productiva y
poder de dirección. Por otro lado nos dice el art. 354 del Código Civil que
pertenecen al propietario, entre otros, los frutos industriales. Por frutos
industriales ha de entenderse "el beneficio económico o utilidad que, como
rendimiento patrimonial, genera la explotación, sin excepciones" (STS,
14-12-1998, nº 1164/1998, rec. 282/1996) o "los nacidos de la explotación
o actividad ordinaria de la sociedad mercantil" (SAP Las Palmas, sec. 4ª,
17-03-2010, nº 163/2010, rec. 610/2008). Puestos en relación ambos preceptos,
resulta que: "Lo que se produce en una empresa es propiedad del empresario
-frutos industriales de los arts. 354.2 º y 355 del Código Civil- (...) El
trabajador por cuenta ajena tiene derecho al salario, pero no hace suyos los
productos que elabora o contribuye a elaborar. Por eso, no se puede presumir
-en absoluto- que los bienes fabricados por el trabajador en las instalaciones
de la empresa le puedan pertenecer -incluso aunque fuera él quien los
realizara-, ni en horas laborales ni fuera del horario laboral" (SAP León,
sec. 1ª, 11-04-2018, nº 148/2018, rec.
617/2017).
[8] La
jornada de las 8 horas se conquistó en España tras la huelga conocida como La
Canadiense. Auspiciada por la CNT, iniciada en Barcelona el 05-02-1919 y que,
tras 44 días de duración, paralizó la ciudad y el 70 % de toda la industria
catalana; considerada de las huelgas más importantes de la historia de España,
obligó al Gobierno a decretar las 8 horas a cambio de su desmovilización. En
Editorial CNT (02-10-2019). La huelga de
la Canadiense. https://www.cnt.es/noticias/la-huelga-de-la-canadiense/
(30-08-2022)
[9]OECD (2022). GDP
per hour worked. https://data.oecd.org/lprdty/gdp-per-hour-worked.htm#indicator-chart (29-08-2022)
[10]OECD (2022). Labour
compensation per hour worked. https://data.oecd.org/lprdty/labour-compensation-per-hour-worked.htm#indicator-chart
(29-08-2022)
[11] Arts.
5.a) y 54.2.b) del Estatuto de los Trabajadores.
[12] STSJ
Cataluña (Social), sec. 1ª, 13-07-2018, nº 4259/2018, rec. 2434/2018.
[13] En
España, durante el 2ºT de 2022, se hacían, semanalmente, 3.372.800 horas extras
semanales que no fueron abonadas. INE: Encuesta de Población Activa (EPA),
Ambos sexos, Total, Horas extra no pagadas. https://www.ine.es/jaxiT3/Datos.htm?t=4366#!tabs-grafico
(01-09-2022)
[14] GUERRERO,
Diego (enero-2004). ¿Es posible
demostrar la teoría laboral del valor? Ensayos
de Economía. Vol. 14, núm. 25, págs. 83-123
Vista
de ¿Es posible demostrar la teoría laboral del valor?. (unal.edu.co)
(27-08-2022)
[15] "La
celebración de un contrato de trabajo no implica en modo alguno la privación
para una de las partes, el trabajador, de los derechos que la Constitución le
reconoce como ciudadano, entre otros el derecho a expresar y difundir
libremente los pensamientos, ideas y opiniones [art. 20.1 a)], y cuya
protección queda garantizada frente a eventuales lesiones mediante el impulso
de los oportunos medios de reparación, que en el ámbito de las relaciones
laborales se instrumenta, por el momento, a través del proceso laboral. Ni las
organizaciones empresariales forman mundos separados y estancos del resto de la
sociedad ni la libertad de Empresa que establece el art. 38 del texto
constitucional legitima el que quienes prestan servicios en aquéllas por cuenta
y bajo la dependencia de sus titulares deban soportar despojos transitorios o
limitaciones injustificadas de sus derechos fundamentales y libertades
públicas, que tienen un valor central y nuclear en el sistema jurídico
constitucional. Las manifestaciones de «feudalismo industrial» repugnan al
Estado social y democrático de Derecho y a los valores superiores de libertad,
justicia e igualdad a través de los cuales ese Estado toma forma y se realiza
(art. 1.1)”STC, Sala 1º, 19-07-2018, nº 88/1985, rec 788-1984.
https://hj.tribunalconstitucional.es/HJ/es/Resolucion/Show/468
[16] Hablamos
de 601.123 accidentes de trabajo, 611 con resultado de muerte, en 2021; y de
505.528 y 637 en el 2020. Datos oficiales del Ministerio de Trabajo.
https://www.mites.gob.es/estadisticas/eat/eat21/TABLAS%20ESTADISTICAS/ATR_2021_Resumen.pdf
(27-08-2022)
[17] Art. 35
CE: “Todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo, a
la libre elección de profesión u oficio, a la promoción a través del trabajo y
a una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su
familia, sin que en ningún caso pueda hacerse discriminación por razón de
sexo”. https://www.boe.es/buscar/act.php?id=BOE-A-1978-31229
[18] Art.
128.1 CE: 1. Toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere
su titularidad está subordinada al interés
general.
[19] CHANCEL, Luca et all (2022). World Inequality report 2022. World inequality lab. Pág. 12, figura
4. https://wir2022.wid.world/www-site/uploads/2021/12/WorldInequalityReport2022_Full_Report.pdf
(31-08-2022).
[20]
“Trabajad, trabajad noche y día; trabajando, vosotros aumentáis vuestra
miseria, y vuestra miseria nos ahorra tener que imponeros el trabajo por la
fuerza de las leyes. La imposición legal del trabajo es demasiado penosa, exige
demasiada violencia y hace demasiado ruido; el hambre, por el contrario, es no
solamente una presión pacífica, silenciosa, incesante, sino que, siendo el
móvil más natural del trabajo y de la industria, provoca también los esfuerzos
más potentes” En LAFARGE, Paul (1848). El
derecho a la pereza. Madrid, 1977, pág. 106.
[21] “La
capacidad para concentrar la atención y, en general, la capacidad de conducirse
en forma "responsable por el trabajo" como actitud central, se
encuentran aquí en forma especialmente frecuente unidas con un hábito económico
estricto que en absoluto calcula con la remuneración y su monto; además de un
sobrio autocontrol y una sobriedad que aumentan extraordinariamente la
capacidad productiva. La base para la concepción del trabajo como un fin en sí
mismo, como una "profesión", tal como el capitalismo la exige, es
aquí la más favorable de todas. Aquí se hallan las mayores chances de vencer la
rutina tradicionalista en función del resultado de una educación religiosa” en WEBER,
Max. El espíritu del capitalismo.
Edición Original: 1904/1905 Edición Electrónica: 2009. https://catedracesarpeon.files.wordpress.com/2009/08/weber-m-1905-la-etica-protestante-y-el-espiritu-del-capitalismo.pdf
[22]
MARX, Karl. El capital. Crítica de la
Economía Política. Antología. Alianza Editorial, Madrid, 2019 Pág. 315-346
[23]
SÁNCHEZ ARTEAGA, Juan Manuel. (2008). La biología humana como ideología: el
racismo biológico y las estructuras simbólicas de dominación racial a fines del
siglo XIX. Theoria, 23(1), págs.
107–124. En https://ojs.ehu.eus/index.php/THEORIA/article/view/12
(29-08-2022).
[24] SANCHEZ
ARTEAGA, Juan Manuel (2007). La racionalidad delirante: el racismo científico
en la segunda mitad del siglo XIX. Revista de la Asociación Española de
Neuropsiquiatría, ISSN 0211-5735, Vol. 27, Nº. 100, 2007, págs. 383-398. En https://scielo.isciii.es/pdf/neuropsiq/v27n2/v27n2a11.pdf
(28-06-2025).
[25](16-11-2013). PIGS can fly. The Economist.
http://briguglio.asgi.it/immigrazione-e-asilo/2013/novembre/art-economist.pdf
(24-08-2022). (28-06-2013). Should Southern Europe Really Be More German? The
Spiegel. https://www.spiegel.de/international/europe/southern-europe-sees-way-of-life-under-threat-a-908109.html
(28-06-2025).
[26]
OCDE (2019), Horas trabajadas, donde se observa que la media española asciende
a 1.690 horas anuales; frente a las 1.390 horas anuales de media en Alemania,
1.400 en Países Bajos, y no alcanzan las 1400 países como Noruega o Dinamarca.
Al otro extremo se alza México con una media de 2.140 horas de trabajo anuales,
Costa Rica con 2060, y Corea muy cerca de las 2.000. https://www.oecd.org/centrodemexico/estadisticas/horas-trabajadas.htm (24-08-2022).
[27] Peter L. BERGER y Thomas LUCKMANN (1968). La
construcción social de la realidad. 1ª ed. 25ª reimp. Amorrotu. 2019.
[28] LAFARGE, Paul (1848). El
derecho a la pereza. Pág. 16 https://proletarios.org/books/Lafargue-Derecho_a_la_pereza.pdf
(29-08-2022).
[29] “La
lógica de 'es preferible que, pudiendo trabajar, no trabajes y que vivas a
costa de los demás' es una lógica absolutamente parasitaria y antisocial”.
RALLO, Juan Ramón (11-03-2019). Podemos prefiere el parasitismo a la
autosuficiencia. El confidencial. https://blogs.elconfidencial.com/economia/laissez-faire/2019-03-11/podemos-parasitismo-autosuficiencia_1872266/
(30-08-2022)
[30]
Desempleo, total (% de la población activa total). Estimación modelado OIT.
Fuente: Organización Internacional del Trabajo, base de datos sobre
estadísticas de la OIT (ILOSTAT). En: https://datos.bancomundial.org/indicator/SL.UEM.TOTL.ZS?end=2021&start=1991&view=chart&year=2021
(31-08-2022).
[31]GRUPO
KRISIS (1999). Manifiesto contra el
trabajo. Cap. 8, La historia de la imposición sangrienta del trabajo. 2002,
Ed: Virus, Barcelona. Págs. 47-53 https://www.viruseditorial.net/paginas/pdf.php?pdf=manifiesto-contra-el-trabajo-2018.pdf
(30-08-2022).
[32] El fiscal
del Consejo de Estado Pedro R. de Campomanes sentenciará: “De cuantas
conquistas pudiera emprender la Corona, dificultosamente hay una que ofrezca
tan prontas y sólidas utilidades como el desterrar la ociosidad de los pobres,
reducirles a la clase de vecinos útiles por virtud de un trabajo arreglado,
inclinándoles a él según sus fuerzas y talento, de grado o de fuerza a los que
indebidamente se resisten a ganar el pan a costa del sudor de su rostro, como
Dios ordena”
DÍAZ RODRÍGUEZ (2014), Fernando. Homo faber. Historia intelectual del trabajo. Siglo XXI, Madrid,
2014, pág. 39.
[33] “El
trabajo de la economía política es un trabajo que prescinde de las diferencias
reales, históricas si se quiere, que diferencian y discriminan los trabajos. El
mundo prosaico de las distinciones entre los trabajos vigente en la sociedad
estamental, y parte constitutiva de su estructura social, cede ante la idea
culta de trabajo de la economía política. Trabajo despojado del abigarrado
colorido, de la idiosincrasia y del pathos de la distinción que caracterizaban
el mundo de los oficios y las ocupaciones. La novedosa concepción del trabajo
relativiza las distinciones que la estructura social del estatus había
fomentado en el campo de las ocupaciones humanas. Así, las connotaciones
negativas de las valoraciones diferenciadoras –por ejemplo, las notas de mecanicidad
(manualidad), de vileza o de servilismo de las ocupaciones y el grado en que se
atribuyen– se evaporan idealmente destiladas por el novedoso y poderoso
concepto de trabajo productivo. Frente a la distinción de los trabajos en
productivos e improductivos, claudican las distinciones entre ocupaciones según
principios inflexibles de estatus u honor social. Ciertamente, el proceso de
abstracción que afecta a la idea de trabajo podrá y será utilizado para redimir
al trabajo manual de su consideración negativa en virtud de criterios de
mecanicidad y de otros que afectaban al honor social. El trabajo productivo en
su expresión abstracta, la propia de la economía política, pasa a ocupar un
lugar central y estratégico de primer orden en tanto que factor inexcusable
para la consecución de uno de los fines básicos a los que aspira toda sociedad
bien ordenada y gobernada” Ibíd. pág.
26-34.
[34]
NIETZSCHE, Friedrich. Sobre la utilidad y
los perjuicios de la historia para la vida. Librodot.com. Págs. 11-16.
[35]
ARISTÓTELES. La política. Libro VII,
pág. 421
[36] DOMINGO,
Plácido (2011). La concepción del trabajo
libre en los socráticos y Aristóteles. Gerión 2011, vol. 29, nº 1, págs. 99-106. En file:///C:/Users/AsusG/Downloads/ecob,+099-106.pdf (24-08-2022)
[37] TORICES
VIÑA, Noelia (2017). La locatio-conductio
en Roma y su régimen actual. Universidad de Valladolid. En: https://uvadoc.uva.es/bitstream/handle/10324/27859/TFG-D_0530.pdf;jsessionid=1A1B0EBFC6D3FC79C21A913BCDB962FD?sequence=1
(24-08-2022)
[38] MENÉNDEZ
PELAYO, Marcelino (2003). Historia de los
heterodoxos españoles. Alicante: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes,
2003. Pág. 1.532
[39] ROYO
HERNÁNDEZ, Simón (2002). La sociedad
capitalista como negación del ocio: historia de una paradoja actual. LOGOS.
Anales del Seminario de Metafísica, Vol. 35, 2002, Págs. 193-222 file:///C:/Users/AsusG/Downloads/ecob,+ASEM0202110193A.PDF.pdf
(30-08-2022)
[40] DÍAZ, A.
(2016). Antropotécnica y ociosidad.
Ejercitarse para llegar a ser ocioso. Lúdica Pedagógica, (23), págs.
109-118. file:///C:/Users/AsusG/Downloads/admin%252C+Gestor%252Fa+de+la+revista%252C+2375-6113-1-CE.pdf
(01-09-2022)
[41] ‘En
verdad, no es dudoso que deben aprenderse los conocimientos útiles que son
necesarios, pero no todos; y puesto que está establecida la distinción entre
trabajos libres y serviles, es evidente que conviene participar de aquellos
trabajos útiles que no embrutezcan al que se ocupa de ellos. Hay que considerar
embrutecedor todo trabajo, arte y disciplina que inutilice el cuerpo, el alma o
la inteligencia de los hombres libres para el uso y la práctica de la virtud. Por eso, llamamos embrutecedoras a todas las
artes que disponen a deformar el cuerpo, y también a los trabajos asalariados,
porque privan de ocio a la mente y la hacen vil’ En ARISTÓTELES. La política. Libro VIII, pág. 457,
1337b.
[42]
“Debido al mismo éxito de la producción separada como producción de lo
separado, la experiencia fundamental ligada en las sociedades primitivas a un
trabajo principal se está desplazando, con el desarrollo del sistema, hacia el
no-trabajo, la inactividad. Pero esta
inactividad no está en absoluto liberada de la actividad productiva: depende de
ella, es sumisión inquieta y admirativa a las necesidades y resultados de la
producción; ella misma es un producto de su racionalidad. No puede haber
libertad fuera de la actividad, y en el marco del espectáculo toda actividad
está negada, igual que la actividad real ha sido integralmente captada para la
edificación global de este resultado. Así la actual "liberación del
trabajo", o el aumento del ocio, no es de ninguna manera liberación en el
trabajo ni liberación de un mundo conformado por ese trabajo. Nada de la
actividad perdida en el trabajo puede reencontrarse en la sumisión a su
resultado.” En DEBORD, Guy (1967). La
sociètè du spectacle. Champ Libre, 1967. Aforismo 27. Pág. 8. En http://serbal.pntic.mec.es/~cmunoz11/Societe.pdf
[43] DÍAZ
FREIRE, José Javier. Los tiempos de la
modernidad. A propósito de Marshall Berman. Historiografías, 11
(Enero-Junio, 2016), Universidad del País Vasco, págs. 17-32.
[44] ‘Si
transformar la materia fuera la más noble de las tareas, tendríamos que
considerar a cualquier bracero superior a Shakespeare’ en RUSSEL, Bertrand
(1932). Elogio de la ociosidad. Pág.
5. En: http://alcoberro.info/pdf/russell3.pdf
(25-08-2022).
[45] ‘el
trabajo ocupa todo el tiempo y con él no hay ningún tiempo libre para la
república y los amigos’ en LAFARGE, Paul (1848). El derecho a la pereza (1848). Madrid, 1977Pág. 36.
[46] ROYO
HERNÁNDEZ, Simón (2002). La sociedad
capitalista como negación del ocio: historia de una paradoja actual. LOGOS.
Anales del Seminario de Metafísica, Vol. 35, 2002, Págs. 193-222 file:///C:/Users/AsusG/Downloads/ecob,+ASEM0202110193A.PDF.pdf
(30-08-2022)
[47] TELMO.
(06-01-2020). La Economía como Ciencia: La Humanidad ante la Burocracia
Económica. Anthropologikarl. https://anthropologikarl.blog/2020/01/06/la-economia-como-ciencia-la-humanidad-ante-la-burocracia-economica/
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